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El cordero cerró uno de los sellos. En ese mismo momento el cielo rugió y oí una voz que decía "ven, y no mires". De ella descendía un caballo blanco. Quien lo montaba portaba una trompeta de la que salía la furia ruidosa.

Cuando cerró el segundo sello, el segundo ser dijo "ven, y no mires". Salió entonces un segundo caballo, bermejo. Quien lo montaba portaba una corona de olivo y una armadura pesada. Había venido a triunfar.

Cuando cerró el tercer sello, oí al tercer ser viviente "ven, y no mires". He aquí un caballo negro. De sus patas brotaba un fuego hecho de lágrimas. Enemistades de raices queman sus palabras.

Cuando cerró el cuarto sello, oí al cuarto ser viviente "ven, y no mires". Había un caballo amarillo que bajaba sobre una nube de ceniza. ¿La muerte? Tal vez algo peor. Su balanza caía rota, su juicio corrompido.

 

Cuando cerró el quinto sello, un silencio atroz que quemaba la garganta. Palabras que se fueron temblando de terror. Almas que aclaman la salvación intentando buscar un destino que les ha sido arrebatado.

Cuando cerró el sexto sello, saquearon papiros, nuestras tintas arrojaron al suelo, fusilaron los buhos que tantos árboles tallaron. El sol tornó negro y la flama chilló hielo.

Siete tronos se alzaron al cielo que exigían nuestro dominio "caed sobre nosotros y bajad la cabeza ante la ira del cordero, porque el gran día ha llegado". ¿Quién podrá sostenerse en pie?

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